A 40 AÑOS DEL HISTORICO HURACAN
Ese equipo se transformó en preciosa mitología. Porque fue campeón,
pero sobre todo porque generó lo que casi nadie antes ni después: fue
una identidad. El Huracán del 73 resultó una de las últimas militancias
en nombre del carácter lúdico de este deporte. Lo cuentan los que lo
vieron y lo exhiben muchos de los videos que ahora se pueden observar:
René Houseman gambeteaba rivales como si fueran postes; atrás de èl,
Miguel Brindisi ofrecía una cátedra tras otra en cada una de sus
presentaciones. A los costados, Omar Larrosa y Carlos Babington
brindaban elegancia. En el fondo, el Coco Basile era un vozarrón que
dirigía y Jorge Carrascosa era un líder que enseñaba adentro y afuera
del campo de juego. Sí, arriba, Roque Avallay -con su sonrisa de gol-
gritaba victorias.
Hoy, ahora, en este ratito, se cumplen cuarenta
años de un equipo que fue un hito y una gloria sin olvido. Lo dicen
muchos, incluso el padre de la cuestión, César Menotti: aquel Huracán
resultó la matriz conceptual que permitió la consagración de la
Argentina en su primera Copa del Mundo, en 1978. Decía el entrenador y
lo repite ahora el sitio oficial de la FIFA: “Ese Huracán salvó al
fútbol argentino”.
“La espera valió la pena”, escribía por
aquellos días de hace cuatro décadas Osvaldo Ardizzone -crack de las
palabras y del periodismo- en la revista El Gráfico. Tenía razón:
Huracán volvía a ganar un título de Liga luego de 45 años, desde aquella
consagración lejanísma de 1928, en tiempos de Stábile y de Onzari; y se
consagraba tras 29 temporadas, luego de aquella vuelta olímpica en el
Gasómetro ante Boca, en ocasión de la Copa Competencia Británica, su
última celebración oficial en el ámbito de la AFA.
Hay una
cuestión del tiempo que lo hace más relevante al logro: es, quizá, la
única vuelta olímpica que disfrutó la amplísima mayoría de hinchas de
Huracán que ahora viven. Desde la calle Viamonte homologaron en días
recientes los once títulos de esta historia de más de 104 años, pero
para casi todos los beneficiarios de ese pasado aquellas estrellas
resultan un cielo en blanco y negro. Hermoso, pero así.
Lo
contaba Angel Cappa, en las charlas de bar y vestuarios en aquel 2009 de
refundaciones: “Ese equipo representó un modo de entender el fútbol. Se
jugaba para ganar, pero también para gustar, para el espectador, para
el hombre de fútbol. Y el aplauso era esa merecida consecuencia”.
Roberto Fontanarrosa, hincha de Central desde lo más profundo de su
alma, contó alguna vez en esta redacción que la única vez que en
Arroyito se aplaudió a un rival fue en aquel año: en ese 5-0 mágico e
inverosímil que Huracán ofreció bajo el cielo de Rosario. No fue la
única actuación estupenda ni la única goleada. Huracán debutó con un set
ante Argentinos, en el Palacio Ducó: 6-1. Luego goleó 5-0 a Racing,
repitió el 5-2 ante Ferro y Atlanta, todo en esa primera rueda de
encantos. El recorrido continuó más eficaz que brillante en la segunda
vuelta (las convocatorias internacionales ausentaron a los magos). Pero
cuando todos se juntaban parecían un ballet al servicio del buen gusto.
La campaña también brilló por sus números: 19 victorias, ocho empates y
sólo cinco derrotas. Atrás quedaron Boca, River, San Lorenzo e
Independiente. A pesar de la derrota ante Gimnasia La Plata, el 16 de
setiembre, Huracán dio la vuelta en su cancha. También volvió a
celebrar, en el mismo Ducó, frente a Boca, aquel viejo rival de los años
veinte. Allí, en esa vuelta olímpica tardía estaba el inmenso Emilio
Baldonedo. Lo contó antes de despedirse del mundo, a fines de los años
noventa: “Ese equipo fuimos todos. Una manera de interpretar este juego.
En definitiva, nosotros. Huracán”.