HAMPIONS LEAGUE / B. MUNICH 2 - B. DORTMUND 1
Se Robben la final
Bayern Munich y Borussia Dortumund empataban 1-1 y se iban al alargue pero, a dos mintuos del pitazo, apareció el holandés para darle la Champions League a su equipo después de 12 años. Es la quinta Copa. Un año inolvidable.
Todavía tenía un gol en una final atragantado. Fue en un partido
parecido a éste, de ésos que ve todo el mundo, pero en la final de un
Mundial y con su camiseta naranja. Esa espina, cuando Casillas le paró
la pelota con el pecho en Sudáfrica a media hora del final, no se la
podrá sacar nadie. Pero esta noche consagratoria en Wembley tampoco.
Porque Arjen Robben, el héroe en Inglaterra, inventó un golazo a dos
minutos del final y le dio toda la gloria, y la ansiada Champions
League, al Bayern Munich. Después de 12 años, mientras espera que Pep
Guardiola ponga en marcha su ciclo, el equipo bávaro festeja su quinta
Copa después de tres finales perdidas en los últimos años.
Tana
presión tenía encima el Bayern Munich, tan favorito llegaba a esta final
de la Champions League, que el Borussia Dortumund salió sin peso en la
mochila y en media hora de juego ya había creado las chances más claras.
Neuer tuvo que revolcarse por acá y por allá para salvar dos chances
claras de Lewandowski y otra de Blaszczykowski. Una vez que pasó el
sismo, que se calmó la marea amarilla, apareció el rojo. Y allí el que
se lució fue el arquero Weidenfeller, primero con un manotazo puro
reflejo para desviar un cabezazo de gol al córner, previo pique en el
travesaño, y luego para ponerle la cara, en el sentido literal, a un
remate de Robben que empezaba a recordar sus peores pesadillas.
Esa
intensidad del primer tiempo, lejos de aplacarse por el desgaste y los
nervios, volvió en una segunda parte tan electrizante como la primera, o
mejor aún, porque llegaron los goles. El holandés calentó las piernas
con un gran desborde y habilitación con centro atrás para Mandzukic,
quien puso el 1-0 sin resistencia y casi sobre la línea, y se guardó el
toque de gracia para los últimos minutos. Parecía el golpe de knock out
pero Dante se mandó una burrada en el área, penal clarísimo, y Gundogan
no perdonó a Neuer. Se alargó el suspenso. O Weidenfeller lo alargó, con
un par de tapadas notables, una a Schweinsteiger desde afuera del área,
y también Subotic con un cierre galáctico sobre la línea, que en el
banco del Dortmund se festejó como si fuese un segundo gol. Con toda la
razón. Pero cuando el alargue, y los penales, estaban ahí nomás, de
golpe apareció uno de esos genios capaces de torcer la historia por sí
solo. Su nombre es Robben. Ya no tendrá más pesadillas.