Corea del Sur 2 Grecia 0

triunfo de corea del sur
Los Coreanos festejan su gran triunfo
Lee Jung Soo la empuja solo por el segundo palo a los 6"
Corea del Sur le ganó 2-0 a Grecia y se quedó corto. Los asiáticos saben cómo forzar errores aunque aprovechan la mitad de lo que generan. ¿Los griegos? Nada de nada...
Dicen que son todos iguales. Que son complicados de diferenciar. Japoneses, taiwanesas, chinos… Pero, al menos con la pelota en los pies, son los coreanos, los surcoreanos, los que tienen sus ojos bien abiertos. De rasgados, poco y nada. O tal vez sí. El espíritu futbolero de los griegos, tercer rival de la Argentina en el grupo. Seguramente, a esa altura del Mundial, más cerca del Aeropuerto de Atenas que de los octavos de final.
El partido mostró los dientes desde el saque inicial. El kick off fue asiático y, desde ahí, hasta que intentaron ir más allá y sacaron la pelota de la cancha con un pelotazo cruzado a los 49 segundos, tuvieron la posesión de la pelota ante la aburrida espera de los griegos, que se durmieron (de la mano de su técnico alemán Otto Rehhagel, el más viejo de la Copa con 71 años) en los laureles de la Eurocopa 2004. Por algo, llevan cuatro partidos jugados en la historia de los Mundiales, con cuatro derrotas y, ni siquiera, un golcito a favor.
El partido se hizo coreano a la fuerza. El equipo de Huh Jung Moo tenía el libreto bien escrito. Los helénicos llegaron a Sudáfrica tras pasar a Ucrania en el Repechaje y con tres juegos sin ganar en la preparación (un empate ante Corea del Norte y dos derrotas 0-2 frente a Senegal y Paraguay). De fútbol, poco y nada. Los únicos iluminados fueron sus filósofos, que sólo se lucen en libros. Y los libros de Jung Moo aseguraban que el pressing sería vital para derrocar a un fondo inmóvil, limitado, durísimo de piernas y de ideas.
Así las cosas, a los seis minutos nomás, forzaron un foul pegadito al banderín del córner. Young Pyo ejecutó el tiro libre, Katsouranis no logró cabecear de lleno, y solito, ingresando por el segundo palo, apareció Lee Jung Soo, el defensa del Kashima Antlers japonés para empujarla al gol sacando chapa de su mejor característica: la velocidad de piernas y su astucia, también, en el área de enfrente. Fue el tercer grito con la selección en su joven carrera.
Desde ese momento, más por obligación moral que por otra cosa, los griegos se adelantaron en el campo del Nelson Mandela Bay, en Port Elizabeth, la tierra donde nació el ícono sudafricano. Nada cambió. De hecho, tuvieron suerte los europeos con muchos fallos controversiales de Michael Hester, el árbitro oriundo de Nueva Zelanda. Si no fuese por los foules de ataque que le cobró a los coreanos en la salida desde el fondo helénico, pudo haber sido tragedia. Tragedia griega en serio. Pero los de Rehhagel asomaron la cabeza asustando un poquito con centros frontales buscando un milagro, un desvío sobre las barbas de Sung Ryong.
En el complemento, la tendencia no se revirtió. Park Ji Sung, el ídolo coreano (quien también fuera parte del histórico 4° puesto en el Mundial 2002), a los siete minutos, sacó la picardía y la inteligencia que desarrolló en el Manchester United, robó una pelota en tres cuartos de cancha, dejó en el camino a Vyntra y a Samaras, para definir cruzado ante la salida de Tzorvas, quien así y todo fue de lo mejorcito de su equipo: evitó una goleada general (lo tuvo de hijo, claritas, tres veces, a Chu Young).
Se quedaron cortos los coreanos. Mejor para la tropa argenta. Uno no se imagina definir las cosas por diferencia de gol. Pero… Al menos, ahora juegan un poquito más y no pegan como en el 86. Pero ya perdieron buena parte de su inocencia. Habrá que estar con los ojitos bien abiertos. Como ellos. Aunque parezcan todos iguales…

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